domingo, 13 de febrero de 2011

Mis Conversaciones con Destino... (5ª Parte)

Mis Conversaciones con Destino...
(5ª Parte)

Sevilla, a Viernes 11 de Febrero de 2011

Espíritu Patrio



Mientras admiraba a mi Bandera ondular alegremente al viento, hubo unos instantes en que quedó paralizada, sin movimiento alguno, pasado los cuales, volvió a su majestuoso baile al viento. Bajé la mirada y vi a mí alrededor como todo había cobrado vida.

Destino me había indicado que al haber perdido ya mis padres, no era posible, en esta nueva realidad, tenerlos conmigo, que en ella, ocupaba ese lugar, Mi Patria, y viviría en el cuartel... Pero conservaba, los recuerdos de la anterior vida para afianzar mi sabiduría... Estamos en 1981.

Por lo visto, estaba haciendo las funciones de suboficial de guardia, como Cabo 1º que era.

Al volver al cuerpo de guardia, me detuve en las placas de mármol  que antes había estado leyendo, era una guardia de prevención tranquila, además de la hora, pues me fijé y vi las seis de un día de Agosto, en pleno verano. Cuando las miré, recordé  la historia del que fue, en la otra realidad, mi Tío Manolo, hermano de mi padre, y, muerto en La División Azul en El Frente de Rusia...

Como homenaje a él y otros muchos iguales, que dieron su vida por ESPAÑA, relato textualmente una carta suya (tal y cómo la escribió, por respeto, sin cambiar una sola coma y con los errores habidos... Las palabras e historia de alguien sacrificado por La Grandeza de España...), Dios los tenga en su Gloria... Estoy seguro que en esa situación se vieron más de uno en ambos bandos...







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He sufrido mucho, muchísimo, en la zona roja: físicamente estaba en una situación lamentable; moralmente, me encontraba destrozado ante el temor constante e inmediato, presintiendo la desgracia, aparte de otros disgustos, no menos intensos.

Después de pasar mil calamidades, me alisté al Ejército Rojo con la idea de evadirme, porque de otro modo, me hubiera sido imposible, como desconocedor de caminos y vericuetos.

Con los “rojos” también pasé grandes sufrimientos, pues no hablaban de otra cosa, que de crímenes y asesinatos, que habían hecho y pensaban hacer cuando regresasen, inconscientes! a sus respectivos pueblos. Pasándolo mal igualmente por la mala alimentación (carne de burro) y los padecimientos de la trinchera, que parecía que los elementos se habían vuelto contra los rojos en desesperadas lluvias y helados vendavales.

En estas circunstancias, lo único que me interesaba era estudiar el terreno y buscar oportunidad, que por fin la encontré, y fue de esta forma:

Con las crecidas de los ríos y sobre todo la del Guadiana, se habían quedado un cierto número de soldados rojos (voluntarios) aislados en una casa que estaba situada en una elevación del terreno, llevando tres días sin comer; por lo tanto, la atención de los que me rodeaban, estaba concentrada en la casa para ver de salvarlos; entonces, después de haber arreglado mis cosas, y apartado un fusil y correaje, le pedí permiso al Sargento de la posición para bajar al puesto de mando a recoger un supuesto paquete mío; coloquéme el capote y debajo, sin ser visto, me puse el correaje y el fusil, de manera que no se notase; disimuladamente oculté también, debajo del capote, el maletín, único equipaje que tenía. Esta era la hora que había oscurecido y las tinieblas empezaron a tenderse rápidamente, quedando todo en una gran obscuridad e imponente silencio.
Empecé a andar por el caminito que me llevaría al puesto de mando, y cuando llevaría unos sesenta metros andados, salté la trinchera, pero apenas lo había hecho, cuando siento pasos, volviéndome rápidamente, sentándome en el suelo, sin que se viera lo que ocultaba; distinguí las siluetas de tres soldados; para que no sospecharan de mí, entablé un diálogo con ellos, que fué así: yo; “camarada, ¿tienes una cuerdecilla para las botas, porque se me han roto los cordones?”; Soldado; “no camarada, no tengo nada”; otro soldado; “anda, ya se te han pinchado los neumáticos”, les saludé y se marcharon perdiéndose sus pasos en la obscuridad.

Muy nerviosamente, me levanté, y sin pérdida de tiempo salté nuevamente la trinchera, recorriendo unos doce metros; en estos críticos momentos salió una hermosísima luna, que luminó los tenebrosos campos; entonces me agazapé figurando un matorral; viéndome en tan malísima situación, me encomendé a la Stma. V. de Guadalupe, cargué el fusil con balas exposivas, y una navaja que llevaba la abrí colocándola entre los dedos de la mano izquierda, como precaución de un ataque inesperado, a brazo partido; como si fuera un milagro, la luna se ocultó tras unas nubes, volviendo a reinar la obscuridad, protegiendo mi evasión; recogí el maletín, incorporándome nuevamente, avanzando como un extraño fantasma, que huye del mal que le acecha. De vez en cuando, me paraba en la fatigosa huida, para observar las siluetas de los puestos de escucha, que vigilaban el horizonte, emprendía la penosa marcha, con nuevos alientos; sudaba sin hacer calor, porque con mis pisadas, los matojos secos se quebraban, y pudieran oirlo mis enemigos.

De esta manera tan penosísima logré recorrer unos doscientos metros, encontrándome en una zona en que difícilmente me pudieran oir. Descansé breves instantes, tomando nuevos alientos: orientéme lo mejor que pude, porque la obscuridad no me lo permitía.

De vez en cuando salía volando de entre mis pies una bandada de asustadizos pájaros, que me ponían en evidencia. También encontré bastantes dificultades en el terreno, que encharcado por las torrenciales lluvias, ofrecía un aspecto pantanoso, teniendo que atravesar varios riachuelos torrentosos; el barro y el agua me fatigaban, poco me faltaba ya!, ya iba llegando! Nuevo esfuerzo y... emoción extraordinaria, estaba al otro lado del puente donde las fuerzas nacionales lo ocupaban. Empecé a llamarlos, compañeros venir a por mí!, no desconfien que no os hago nada!, venid!... (silencio). Unas voces apagadas, en voz muy baja oí dar órdenes; volví a llamar; me contestaron que me acercase a ellos por enmedio del puente de hierro; cuando había recorrido la mitad del citado puente me ordenaron que me parase, así lo hice. Una voz imperiosa dijo: manos arriba; e inmediatamente las puse, y como traía el maletín que pesaba mucho, le dije que me cansaba; ellos me ordenaron que lo dejase en el suelo y que avanzase; ya cerca de ellos, me echaron otra vez el alto, parándome; entonces ya no pudiéndome contener, me fuí a ellos, y al primero que encontré le abracé con tal fuerza que no era capaz de desasirme de él, esperando los demás que les abrazase, como así lo hice uno por uno: al primero que me abracé, en ese momento, empezamos a llorar los dos de profunda alegría, no lo olvidaré jamás! él me decía no llores más, hermanito!, hermanito!!... y los dos llorábamos aún más.

Me llevaron al puesto de Mando, donde encontré a un comandante muy caballero, lo mismo que sus subordinados. Me atendieron muy cortesmente y estuvieron muy cariñosos. Despúés de cenar me acosté donde la guardia, bajo techo, (la casa era muy buena) y así pasé la noche; al amanecer, se habian levantado los soldados, y uno que me vió que estaba encogido, (más que por el frío, era porque la colchoneta era bastante corta) cojió su manta y dijo, pobrecito que tendrá frío! y andando de puntillas me la echó con cuidado, para no despertarme, y estaba más despierto que un conejo cuando vá perseguido por los perros! Al cabo de un rato me levanté y salí fuera, inmediatamente me ví rodeado de soldados que me hacian mil preguntas, y me miraban ansiosos de descubrir alguna cosa extraña en mí, como por ejemplo la diferencia de la ropa... Uno de ellos fue a por mi desayuno, que fué café con leche y ensaimadas; después del hambre que pasé con los rojos, aquello me sabía a gloria.

Pasada una hora, me llevaron en automóvil al pueblo de Almendralejo, y me hospedaron en el mejor Hotel, siendo muy bien cuidado por la familia de la casa; estuve cinco o seis dias en dicha población, y lo pasé bastante bien; admirando las tiendas repletas de todo, tanto las de tejidos como las de coloniales y ultramarinos, qué diferencia d las de los rojos. Después me llevaron a Badajoz, y encontré a un sinnúmero de personas conocidas, que me atendieron muy bien.
Si alguna vez caigo herido o muerto, qué infinita felicidad! que mi sangre sirva para la regeneración de la Patria; mi familia, quelo ha mucho (a la sazón se encontraba toda en la zona roja, expuesta a las represalias); y el engrandecimiento de Dios.

Me evadí el día 19 de Noviembre, a las 20´30 en que me presenté en las líneas nacionales, tardando en la travesía hora y media. (En esta fecha tenía 19 años)

Badajoz a 11 de Diciembre de 1937.
II Año Triunfal.
MANUEL GOMEZ de León F. DE B.

(Esta relación fué encontrada entre sus cosas en sobre cerrado con el escrito: “no abrir hasta después de mi muerte”, ocurrida a primeros de Diciembre de 1941 a los 23 años.)

NOTA:
(Realizada por un hermano.)




A continuación se fué voluntario a la Legión, en donde estuvo siete meses recorriendo muchos frentes, saliendo siempre ileso o con pequeñas heridas nada más. Invitado a hacer los cursos para oficial, fué a Dar Rifien; al salir de alférez, era liberada su familia en la gran operación envolvente de La Serena; poco después era herido gravemente en le cabeza, cuando hacía frente valientemente a un fuerte ataque de los rojos, al frente de su sección en el sector de Puertollano; apenas si estaba curado completamente, cuando ya quiso incorporarse a su unidad. Fué herido también, aunque más levemente, en las operaciones de limpieza por Sierra Morena, al terminar la guerra. Al organizarse La División Española para Rusia en el año 1941, fué de los primeros en alistarse y también fué de los primeros en caer muerto por los rusos, como buen español y buen congregante, la víspera de la fiesta de la Inmaculada Concepción, Patrona de España.
Su sacrificio fué aceptado, bendito él!.



Referencia, de cómo murió, de un soldado expedicionario compañero de mi Tío, a un hermano suyo:

Dijo que le tenía mucha confianza, siendo su enlace.

El día 6 de Diciembre se fue voluntario con su sección a liberar a unos de La División que estaban cercados (en el sector de Posat), cuando iban avanzando le envió con un parte pidiendo refuerzos, cuando todavía no se había alejado mucho, le dieron un tiro en un brazo, entonces saltó mi Tío Manolo de la trinchera y fue a socorrerle, su enlace le hizo señas para que no se acercara, porque estaba todavía el ruso escondido, no haciéndole caso, cuando estaba a dos metros de él, le pegaron un tiro en la cabeza, levantándose su enlace, para liarse con el ruso hasta matarlo.

Poco después lo retiraron y cuando iba en la camilla, movió algo los labios y las manos. Lo hirieron a las once de la mañana, y fue evacuado al Hospital de Sangre de Grigorovo, muriendo en El Hospital de Riga, a la una de la tarde, y, siendo enterrado en El Cementerio de La División de Riga.

Por lo visto, en ese combate, dijo, hubo de su sección (de cerca de 40 hombres) sólo seis supervivientes, de los cuales, nada más, dos resultaron ilesos, y, entre los muertos se encontraban su asistente, el caballista y otro enlace que tenía mi Tío.

Comentó, que a veces, les indicaba que estuvieran preparados para morir, que, cualquier día, les tocaba a ellos. También, que se le apreciaba mucho.

Mi Tío Manolo...

Recuerdo castrense de un compañero de mi Tío... (escrito literalmente, de forma exacta al original.)


De hace cincuenta años.

EVOCACION DE UN RECUERDO PERSONAL CASTRENSE.

En el año 1939 terminó en España la contienda que se inició en 1936 y, naturalmente, debía comenzar entonces el hecho de la desmovilización. Sin embargo, no sucedieron ambas cosas sin solución de continuidad porque en ese mismo año comenzaba la segunda guerra mundial en Europa imponiendo a los ya excombatientes, una pausa para retornar a los hogares o para iniciar o seguir estudios y proyectos que detuvo la guerra.

Pero este segundo acontecimiento, además de la demora impuesta a la desmovilización mirando los acontecimientos de Europa, produjo una nueva circunstancia donde hay que poner las bases a mi recuerdo personal.

En los días finales del primer año de la guerra mundial se estimó en España que era conveniente una colaboración en forma voluntaria que sirviera de ayuda, en los frentes, a las tropas alemanas de las que algunos contingentes especializados, habían estado en nuestra contienda. Así nació la que se llamó División Azul y aquí comienza el relato de mi recuerdo.

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Estamos ya en 1941. Los cuarteles, sin necesidad ya de hacer envios a los frentes, están llenos de soldados que esperan a ser licenciados y tambien de jóvenes oficiales procedentes de las Academias de Alfereces Provisionales atentos a resolver su situación bien con los estudios o puestos en la vida civil o bien con su continuidad en el Ejército.

Yo procedía de la Academia de Granada y había pasado por varios lugares de la península hasta que este año de 1941 me encontraba en San Sebastián.

En las intalaciones militares del Barrio de Loyola tenía su acuartelamiento el Rgto. de montaña Sicilia nº . 8, y a uno de sus batallones pertenecía yo.

Seríamos en el Regimiento unos 125 oficiales atendiendo los servicios de plaza o de cuartel y esperando unos, el retorno a la vida civil; otros, el obtener permiso por razón de estudios y otros, el ser llamados a las Academias de transformación que se organizaban.
En estas circunstancias del año 1941, un día, el Coronel del Regimiento mandó llamar a oficiales y todos nos reunimos en la Sala de Banderas en espera de lo que quería decirnos.

El Coronel dió lectura a una comunicación del Alto Mando en la que se pedía que tres oficiales acuartelados allí, se ofrecieran voluntarios para incorporarse y prestar servicios en la recien creada División Azul destinada en el frente ruso.

El Coronel buscando la buena imagen de su regimiento manifestó que había contestado al Alto Mando que todos sus oficiales estaban dispuestos a ir con la División Azul al frente ruso y añadió que si alguno no lo estaba, diese un paso al frente.

Todos permanecimos en nuestros sitios y ninguno dió el paso al frente, por lo cual el Coronel dispuso que, por sorteo, se designaran los tres oficiales que irían a la División Azul y así se hizo.

Conocidos los tres nombres, uno de ellos, teniente provisional, no disimuló su contrariedad y la manifestó ante sus compañeros. no era por falta de valor o de patriotismo, sino porque la familia iniciada con su matrimonio recientemente contraido, tenía que saber una vez más lo que era la separación.

Y aquí se produjo el rasgo noble y generoso que guardo en este recuerdo. En el silencio tenso que creó la situación, un Alférez Provisional, andaluz, Manuel Mª Gómez de León y F. de B., se adelantó y con expresiones muy discretas, pero decididas, pidió al Coronel que le permitiese sustituir al recien casado y ocupar su plaza en la División Azul.

Aceptó el Coronel en medio del clima de admiración, respeto y simpatía con que se recibió la permuta. Pero tengo que llegar hasta el final del recuerdo que no acaba aquí.

***      ***      ***


El Alferez Gómez de León se incorporó a la División Azul y lució en la manga el emblema de los divisionarios. Participó en el período de adiestramiento a que se sometió a las fuerzas nuevamente conjuntados en Alemania y un día llegó al frente ruso trás haber hecho a pie una larga marcha de aproximación que sorprendió a los mandos alemanes poco confiados en la disciplina de los españoles.

Su batallón fué uno de los primeros en entrar en fuego y, en tierra rusa y bajo el frío de la estepa, trás la rudeza y heroismo de un combate, en el parte se leía: “Alférez Gómez de León y F. de B., muerto en el campo de batalla”.

Han pasado cincuenta años y entre tantas circunstancias acaecidas, me ha quedado este recuerdo que acabo de evocar.




Firmado: J. M. O. E.
19.  09  .   92

NOTA:

Por prudencia, éste que escribe este relato de lo acontecido con mi Tío, ha omitido nombres y algunos datos...




También, relataré un hecho que mi padre nos refería con frecuencia...

Pasado un tiempo de su muerte, mi abuelo recibió una comunicación del Alto Mando Alemán,  indicándole la intención de concederle a su hijo fallecido en acto de servicio, La Cruz de Hierro. Mi abuelo muy compungido, vino a contestar:

¡Nada me devolverá a mi hijo muerto!...

Y, ahí quedó todo...




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CLARO EJEMPLO DE VERDADERA MEMORIA HISTORICA Y PATRIOTISMO EL DE MI DIFUNTO TIO...

La bajeza humana es capaz de, por conservar El Poder, llegar a desenterrar y darle nueva vida a Las Dos Españas, creando nuevamente divisiones, rencores y odios entre sus españoles... Lo cual, puede ser muy peligroso al poder llegar a descontrolarse.

Es imperdonable, que un mal gobernante, llegue a semejante disparate, por el mero rencor, odio, afán de poder, maldad, soberbia,...

España vivió una cruenta guerra fratricida. Y, tras ella, El Mundo, vivió La Segunda Guerra Mundial. En ambos bandos, y, en ambas guerras, es seguro, encontrar héroes, que con su ejemplar sacrificio nos indican que, no ya España, La Humanidad, en su conjunto, tiene posibilidades de salvación, y, merece ser salvada. Aquel que realice ejecuciones para destruir, en lugar de construir, no merece ser respetado, pues es enemigo de La Persona, y, Ella compone La Humanidad. “Personas” así, son indignas de su condición, y, si encima ocupan cargos relevantes, además, llegan a ser tremendamente peligrosas.

Los españoles, no queremos divisiones en independentismos y “memorias históricas” malintencionadas y maléficas, ni corrupciones, ni abusivos privilegios de la clase gobernante, ni despilfarros, ni deshonestidades y mentiras flagrantes, ni nacional-socialismos (Educación para la Ciudadanía y Educación Ético-Cívica), ni el desprecio y olvido a las numerosas víctimas del terrorismo, ni leyes injustas y depravadas (Ley del Menor, Carrera y Honores Militares, Aborto, Libertad Religiosa,...),...

Queremos, vivir en paz, tener la dignidad de un trabajo que nos dé el sustento y realice, ser poseedores de la educación de nuestros hijos según nuestras creencias y moral, estar orgullosos de nuestra Nación, ser respetados,... ¡¡VIVIR!!.


Cuando quise darme cuenta, eran las 8 de la tarde... Destino, me dijo, que lo ocurrido en esa realidad dejada, estaba en mi mano el evitarla, creando corriente en contra de esa depravación del País... Y, para ello, me había dado las armas de ser poseedor de la gracia para con mi destino, sabiduría y su siempre ayuda en el desplazar de la vida... Sabía que no sería fácil la empresa, pero, que con voluntad y espíritu de sacrificio, además de lo dicho, todo es realizable... Quedé orgulloso y satisfecho por la atención demostrada hacia mí por tal Ente. Y me propuse, llegar, al menos, a la altura de la  sombra de mi admirado Tío en la realidad abandonada...

SI QUEREMOS EL BIEN PARA NUESTRA NACIÓN Y NACIONES, BEBAMOS DEL MANANTIAL CELESTIAL DEL VERDADERO PATRIOTISMO...


Juan Raimundo Gómez de León Robledo.

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